Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 23 de abril de 2009

NÚMERO DE NUEVE CIFRAS (2).

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II



No descolgué el teléfono. No me atreví. Tras los cinco tonos preceptivos, saltó el contestador. Pasaron, envueltos en frío sudor, varios minutos. Mi mano derecha, más que yo, se disparó y descolgó el auricular. Sin acercármelo al oído, a media distancia entre el aparato y mi cara…; respiré enormemente aliviado cuando comprobé que no había mensaje.
Colgué. No hace falta decir que apenas dormí, aunque tiré de somnífero e infusión relajante. Cada rato me parecía oír, entre malos sueños, el sonido del teléfono. Pero no. No volvió a sonar en lo que quedaba de noche.
Por la mañana, deseada y cansina, evité el libro y la caja donde estaba. Los ratos que aprovechaba normalmente para leer, rendido, no los dediqué a ello. No hubiera podido.
Me fui temprano a la cama. Pero antes, con aprensión, casi con asco, saqué el libro de la caja y del dormitorio.
Lo dejé -con pocos miramientos- en un estante poco frecuentado de la librería del cuarto de estar.
Agarré pronto el sueño. Hasta las 2:55: se repitió lo de la noche anterior.
Y a la noche siguiente, se volvió a reproducir la pesadilla.
No quería ni tocar el libro. No quería ni tocar el teléfono. Aunque, finalmente, opté por descolgarlo cuando me iba a dormir (esto es un decir…)



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